viernes, 27 de noviembre de 2009

Evangelio según Eduardo Mendoza (2ª parte)

...No fijarse en lo que parecía claro del caso, sino en lo que no se podía ver. Después de mucho pensar y pensar Pomponio se frustró al ver que nada se le ocurría para resolver el caso, y además el tiempo volvía a correr en contra de José, el que muy enfadado por las palabras de Apio Pulcro por sus cruz ya se apresuraba a hacer una nueva cruz.
El día siguiente una triste noticia llegó a los oídos de Pomponio, la pecadora pública y su hija habían sido asesinadas brutalmente en su propia casa durante la noche. Esta noticia no solamente conmocionó a Pomponio y a Jesús, pues el hecho que la única persona que les había podido dar alguna pista sobre el caso hubiese muerto no era una muy buena noticia.
Algo le hizo pensar a Pomponio que en este caso había gato encerrado por alguna parte y que mejor sería darse prisa en buscar la pieza que no encajaba en el puzle, y así siguiendo sus deducciones decidió ir a inspeccionar el ataúd donde descansaban los restos del ya fallecido Epulón. Para sorpresa de Pomponio el ataúd era un sarcófago egipcio y para más inri estaba vacío. Esto fue lo que finalmente le aclaró las cosas a Pomponio, y con lo que pudo resolver el caso. El rico Epulón nunca llegó a ser asesinado, pues fue el quien preparó la escena del crimen dejando las pistas apropiadas para que pareciera que José era el culpable, después de beber un antídoto que lo dejo dormido totalmente y de haber sido puesto dentro de aquel sarcófago que el mismo José había construido, el rico Epulón escapó pensando que tal vez nunca nadie sabría que había sobrevivido de aquella. La razón por la que José le ayudó y no reveló nunca su verdadera identidad es porqué el tal Epulón, que en verdad había sido el asesino más buscado de la época, una vez le salvó la vida y en compensación José se lo agradeció con su silencio.
José pudo volver a su carpintería y seguir trabajando, y todo volvió a ser como antes en Nazaret.

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